30/6/10

Un casorio para todos.

No soporto a la gente intolerante. A esa gente que no entiende que hay un mundo fuera de su propia cabeza, que hay otros pensamientos, otras formas de vivir, otros gustos... No soporto cuando no quieren dar el brazo a torcer, cuando se quedan con su mente en siglos atrás, cuando no quieren reconocer que las cosas son distintas, que la forma de vida cambió y que muchos hoy se hacen cargo de cosas que hace tiempo hubiesen sido horrorosas.
Años atrás, los matrimonios seguían unidos hasta que la muerte los separase, literalmente, por más que dentro de las cuatro paredes de sus casas la vida conyugal fuese un espanto, una discusión permanente. ¿Y por qué? Porque estaba mal, muy mal vista la separación, esa vuelta atrás de algo que debía ser para toda la vida. Con el tiempo, se fueron dando cuenta que era lo más sano, que un divorcio no era un horror ni algo de qué avergonzarse. La mentalidad fue cambiando con respecto a ese tema como con respecto a tantos otros. Pero no por un capricho de unos pocos, sino porque era lo más pensante, lo más lógico. Reconocer que había parejas que realmente se separaban porque no podían vivir más juntas ni compartir nada más de sus vidas. Lo más sano.
Hoy, algunos años después de ese "cambio de mentalidad", estamos en busca de otro cambio, uno, tal vez, un poco más profundo y más humano. Justamente, uno en busca de cumplir con esos tan conocidos derechos humanos.
Personalmente, me gustaría que no fuese un tema de discusión. Me encantaría que en mi país la gente pudiese casarse con quien la haga feliz, sin importar si es hombre o mujer. Me encantaría que ésto del casamiento gay se terminase pronto, obviamente a favor de los derechos, de la igualdad entre todos los que respiramos aire dentro de éstos límtes. No soy homosexual, pero como ser humano pienso en mi futuro. Si hoy no defendiese ésto y el día de mañana tengo un hijo gay o una hija lesbiana, ¿con qué cara los miraría y les diría que como mamá quiero lo mejor para ellos? ¿Cómo miraría a sus parejas el día que me las traigan a casa? No podría. O, más bien, sería algo hipócrita. Si nosotros, los heterosexuales no decidimos ser heterosexuales, ¿por qué hay personas que piensan que los homosexuales lo son porque quieren serlo? ¿Acaso en una sociedad asi no sería más fácil ser "normal" y evitarse todos éstos dramas y la discriminación que hay?
Me encantaría que en mi país la gente tuviese una mente más abierta, pensando en lo que es, por qué lo es, y pensando en lo que le puede tocar en la vida. A un hijo uno lo va a amar sin importar con quién le gusta estar en la cama. ¿O los que están en contra del matrimonio gay van a odiar o no reconocer a sus hijos en caso de que éstos fuesen homosexuales? Si están en contra de la adopción, porque no es natural que un nene tenga dos papás o dos mamás, ¿qué hacen con los chicos de familias "normales", cuyos padres son ausentes, borrachos, golpeadores, drogadictos, y tantas otras cosas más? ¿A eso le llaman normal, solamente por tener una mamá y un papá? Quiero creer que no. Asique si tanto se llenan la boca hablando de la familia, deberían reveer ciertos puntos.
Ojalá que en mi país, en un futuro para nada lejano, haya casorio para todos.

29/6/10

Decisiones.

Si uno comienza a mirar a su alrededor, va a encontrarse con miles de pregutas en su cabeza, miles de porqués. ¿Por qué vivo donde vivo? ¿Por qué nací en la familia que nací? ¿Por qué me gusta tal o cual cosa? ¿Por qué no puedo hacer tal o cual otra? Por qué, por qué y por qué...
Desde hace un tiempo que mi 'por qué' se vuelca más a ciertas actitudes que debería tener. ¿Por qué una persona se comporta como "loca" cuando no hace lo que los demás esperan que haga? ¿Por qué uno no puede pensar distinto a los demás, distinto a lo que "debería pensar"? ¿Por qué hay que seguir cierta línea o ciertas actitudes para quedar bien, como una persona seria y madura? ¿Cómo es eso de que, un día, sos una persona inteligente y responsable, y, después de un tiempo, sos una persona perdida, que no usa la cabeza como debería o se deja influenciar por terceros?
En mi vida siempre hice lo que quise. No es que fui una nena malcriada a la que le compraban todo lo que quería, o a la que le hacían realidad todos sus pedidos. Sino que siempre me dejaron decidir por mí sola. Siempre tuve los consejos de las personas más allegadas a mí, de esas personas que quieren lo mejor para uno; pero siempre tuve las puertas abiertas para decidir qué quería o no hacer. Claro que, al ser más chica las decisiones que tomaba no eran las que me cambiarían el rumbo de mi vida. A medida que uno crece cada vez son más las decisiones que hay que tomar, y cada vez con más responsabilidad y uso de la conciencia.
No se puede quedar bien con todo el mundo. No se puede hacerse mala sangre por el qué dirán. Pero duele cuando te critican por tu forma de pensar, por la formar de actuar, por lo que uno hace o dice, aunque no le esté haciendo mal a nadie. Porque cuando yo decido el qué hacer con mi vida, pienso en lo que yo quiero, no en lo que quieren los demás. Y las cosas que decido nunca son para lastimar a nadie, ni siquiera a mí. Claro que, como, muchas veces, mis pensamientos y decisiones no son las mismas que mucha de la gente que me rodea: mi cabeza y mi mente son mías, están sólo en mi cuerpo y no tienen por qué coincidir con las de nadie.
Es así. Lo que pasa por la cabeza de uno, las acciones que uno decide tomar no van a ser alabadas por todo el mundo (tal vez, por nadie). Pero uno tiene que ser responsable de todo eso, y seguir para adelante con una meta fija. Después de todo, siempre está el boludo que critica, pero ¿a él le interesa lo que yo pienso de su vida?

22/6/10

Egoísmo.

¿Cómo hacer para estar frío frente a una situación de tristeza? ¿Cómo un ser humano, en un momento de profundísimo dolor, tiene que hacer para, de cierta forma, sentirse aliviado por el otro?
Cuando una persona se va, cuando un ser querido pasa a ser alguien que ya no está, cuando esa persona que tanto queremos se muere, es imposible pensar en que es algo bueno, en que está en un mejor lugar. En ese momento, en el momento de la despedida, todos los que quedamos pensamos en que la vida es injusta, en que esa persona no se tenía que ir, en que tenía mucho más por vivir, en que teníamos mucho más por compartir. Tal vez, en algunos casos y sólo por un rato, sentimos cierto alivio pensando que el que se fue dejó de sufrir. Pero eso sólo por un rato. Cuando nos damos cuenta estamos otra vez tratando de buscar un culpable, alguien o algo a qué echarle toda la culpa. Nosotros nos sentimos las víctimas porque nos dejaron sin esa persona tan especial, porque en todo lo que nos quede de vida no la vamos a tener para que nos dé un buen consejo, para poder compartir con ella una charla con unos buenos mates de por medio.
Cuando el tiempo, quien lo cura todo, pasa un poco; cuando el dolor se aplaca un poco; cuando nuestra cabeza empieza a volver a las obligaciones y al ajetreo de siempre, caemos en la realidad de que al final de todo, no hay un culpable cuando una muerte es natural. Que si esa persona que no está más con nosotros, es por algo, aunque bien sabemos que nunca lo vamos a entender. De a poco empezamos a meternos en nuestras mentes que nosotros no somos víctimas de nadie, que nadie conspiró contra nosotros para hacernos sufrir; que nadie usó a ese ser querido para vengarse de nosotros por algún error cometido en el pasado. Empezamos a entender que si nosotros somos víctimas de algo, es tan solo de nuestro egoísmo.
Tenemos que comenzar a pensar que, aunque duela, la persona que se va, se va a un lugar mejor, mucho mejor que en el que estamos nosotros. Las buenas personas son las que más rápido se van, vaya uno a saber por qué. Tal vez porque se merecen ser recordados por más tiempo. Tal vez porque en vida hicieron tantas cosas buenas por los demás, que ya sus cuerpos y sus mentes necesitan descansar, reencontrarse con sus seres queridos que los habían dejado tiempo atrás.
Sólo podemos sacar conjeturas; nunca vamos a obtener una respuesta concreta, consisa y verdadera sobre el por qué de la muerte temprana o repentina de alguien realmente bueno y querido. Lo que podemos empezar a hacer para que esa persona pueda empezar a descansar en paz lo más rápido posible, en lugar de lamentarnos por las cosas y momentos que nunca podremos compartir, es dejar nuestro egoísmo de lado y pensar en las cosas hermosas que vivimos y en lo que ese ser querido nos dejó como legado.-

Una historia de amor.

De repente, y así como si nada, mi cabeza empezó a girar y girar en torno a una sola cosa. No paraba de pensar en qué hacer, cómo reaccionar, cómo hacer para que no se note que me moría porque pase, que me gustaba la idea de que empecemos a intercambiar palabras. Que el exterior de esa persona me interesaba y quería avanzar para conocerla por dentro, sus pensamientos, sus gustos, su todo.
Y sabía que era algo recíproco, que había algo en mi que a él lo atraía, pero ¿por qué no venía a hablarme?¿Por qué no se acercaba a mí para romper el hielo, aunque sea de una manera torpe, apurada, o como sea?
Un día junté fuerzas y fui. "Que sea lo que Dios quiera, y listo", pensé. Cuando me dí cuenta estábamos hablando, conociéndonos las voces, viéndonos de cerca, aprendiendo nuestros nombres. Fue algo inexplicable. Al darme vuelta y seguir con mi camino a casa, mi cabeza no paraba un minuto de pensar en él, en cuánto me gustaba. Aunque parecíamos tan distintos, había algo que me decía que teníamos mucho en común, que quería seguir adelante con todo, seguir conociéndolo y ver qué pasaba. Y no me equivocaba...
Estuvimos días y días viéndonos de a ratitos y hablándonos por benditos mensajes de textos. Él, desde su trabajo y yo, desde el colegio. Y salimos, y compartimos una noche de sábado hermosa, hablando e interrogándonos el uno sobre el otro. Y otra vez volví a casa pensando que me gustaba cada vez más, que quería que compartamos mucho más que lo que habíamos compartido... Pasó el tiempo y las cosas cada vez fueron poniéndose más lindas, cada vez más enganchados y felices de que la vida nos haya cruzado.
Hoy, un poco más de 21 meses después, no puedo pensar en otra cosa que no sea compartir mi vida entera con él. Con todos los proyectos que tenemos en mente, con todas las cosas que nos quedan por delante, no tengo duda que él es el amor de mi vida.