22/6/10

Una historia de amor.

De repente, y así como si nada, mi cabeza empezó a girar y girar en torno a una sola cosa. No paraba de pensar en qué hacer, cómo reaccionar, cómo hacer para que no se note que me moría porque pase, que me gustaba la idea de que empecemos a intercambiar palabras. Que el exterior de esa persona me interesaba y quería avanzar para conocerla por dentro, sus pensamientos, sus gustos, su todo.
Y sabía que era algo recíproco, que había algo en mi que a él lo atraía, pero ¿por qué no venía a hablarme?¿Por qué no se acercaba a mí para romper el hielo, aunque sea de una manera torpe, apurada, o como sea?
Un día junté fuerzas y fui. "Que sea lo que Dios quiera, y listo", pensé. Cuando me dí cuenta estábamos hablando, conociéndonos las voces, viéndonos de cerca, aprendiendo nuestros nombres. Fue algo inexplicable. Al darme vuelta y seguir con mi camino a casa, mi cabeza no paraba un minuto de pensar en él, en cuánto me gustaba. Aunque parecíamos tan distintos, había algo que me decía que teníamos mucho en común, que quería seguir adelante con todo, seguir conociéndolo y ver qué pasaba. Y no me equivocaba...
Estuvimos días y días viéndonos de a ratitos y hablándonos por benditos mensajes de textos. Él, desde su trabajo y yo, desde el colegio. Y salimos, y compartimos una noche de sábado hermosa, hablando e interrogándonos el uno sobre el otro. Y otra vez volví a casa pensando que me gustaba cada vez más, que quería que compartamos mucho más que lo que habíamos compartido... Pasó el tiempo y las cosas cada vez fueron poniéndose más lindas, cada vez más enganchados y felices de que la vida nos haya cruzado.
Hoy, un poco más de 21 meses después, no puedo pensar en otra cosa que no sea compartir mi vida entera con él. Con todos los proyectos que tenemos en mente, con todas las cosas que nos quedan por delante, no tengo duda que él es el amor de mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario