19/7/10

A raining day.

Qué día feo. Lo podría llamar de mierda, pero suena muy fuerte, y lo que quiero decir con feo no es en sí el día en realidad, sino el clima que le tocó a éste día. Es uno de esos días fríos, con lo cual, las ganas de salir desaparecen en cuanto sacás un pie afuera de la cama tibia. Y, además de frío, lluvioso. No con tormenta torrencial, truenos y relámpagos, sino con esa llovizna molesta, que no te deja ver, y que nisiquiera llega a hacer el ruido en el toldo que tanto me gusta.
Es un día ideal para el desocupado, para la ama de casa que no tiene que ir al banco ni tiene que ir a comprar al súper. Un día para el que está de vacaciones o para el que no le importa nada y falta al colegio o al trabajo. Un día para estar con la estufa prendida en casa, mirando tele, tomando unos ricos mates amargos con galletitas o, en el mejor de los casos, unas buenas tortas fritas; y para, de vez en cuando, asomarse a la ventana y mirar a los pobres que no tuvieron opción y están caminando abajo del agüita, maldiciendo a quien sea que tenga la culpa (porque, en un momento así, se tiene un culpable para todo).
Por eso, a mi que hoy en dia no tengo ninguna obligación de salir, me encantan los días como éste. Me encanta quedarme en casa y desde la ventana ver el cielo blanco, a punto de venirse abajo. No me importa si el perro no puede salir a la calle por la lluvia: si no se aguanta adentro de casa, lo limpiaré. Es un día para hacer fiaca, aunque la venga haciendo desde hace un tiempo.
Y si me toca tener que salir a trabajar o a estudiar, y bueno, pienso durante todo el día en qué orden voy a hacer las cosas cuando llegue a casa. Pero, eso sí: en cuanto entré a casa, no salí más hasta el día siguiente.

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